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PARTE 1/2 : NUNCA TE RINDAS

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Hay frases que no solo son históricas, son eternas Y esta, pronunciada por Winston Churchill en uno de los momentos más oscuros de la historia moderna, sigue teniendo el poder de estremecer el alma. Churchill no hablaba desde la comodidad ni desde la victoria, lo decía mientras Londres era bombardeado sin tregua por los alemanes.
 
Mientras el miedo rondaba las casas, las iglesias, los parques y los corazones, aun así, este hombre —frágil por fuera, firme por dentro— se levantó a decirle a su pueblo: “No nos rendiremos. Nunca.” ¿Qué tan fácil abandonas lo que dices que quieres? Esa frase no solo motivó a una nación. Nos deja una pregunta clara que vale la pena hacernos hoy: ¿En qué momento empezaste a justificar que rendirte estaba bien?

Tabla de contenidos

Porque muchas veces no abandonamos lo grande… sino lo pequeño.
  • Esa rutina que querías construir, ese proyecto que parecía insignificante, esa decisión personal que iba a cambiar tu energía. Y lo dejas, diciendo: “No era tan importante.” Pero aquí va una verdad incómoda: Lo que haces con lo pequeño, lo harás con lo grande, lo que abandonas hoy, se convierte en permiso para abandonar mañana.
Y sin darte cuenta, estás entrenando tu mente para rendirse antes de tiempo. Churchill no hablaba de guerra, hablaba de convicción, lo verdaderamente inspirador no fue solo que creyera que podía ganar la guerra, fue que se negó a rendirse aún cuando todo parecía perdido. No enfocó su energía en el tamaño del enemigo, su enfoque estaba en mantener encendida la llama de la esperanza.
 
Esa llama invisible que sostiene a los líderes, a los padres, a los emprendedores, a los soñadores… Esa llama que tú también necesitas en los días donde todo pesa. ¿Cuántas veces te has rendido en lo pequeño? Tal vez hoy no estás luchando una guerra mundial, pero estás librando tus propias batallas:
  • Contra la desmotivación.
  • Contra la falta de resultados inmediatos.
  • Contra el cansancio, la comparación o el miedo.
Y ahí, en medio de ese fuego invisible, empiezas a negociar contigo mismo: «Esto no es tan importante, lo puedo dejar, nadie lo notará» Pero tú sí lo notarás, tu mente sí lo registra y  tus hábitos sí lo repiten.

El hábito de rendirte se entrena, la perseverancia también.

Cada vez que abandonas algo, aunque parezca pequeño, estás entrenando tu voluntad para soltar a la primera y cada vez que decides continuar —aunque sea un paso más— estás fortaleciendo el músculo interno que construye los logros, no importa si lo que haces parece insignificante, importa que no te traiciones, pregúntate hoy con honestidad:
  •  ¿En qué áreas de mi vida me estoy rindiendo antes de tiempo?, ¿Qué excusas me digo para abandonar lo que realmente quiero?, ¿Cuántas veces he dicho “no importa”, cuando en realidad sí importaba para mi futuro? , ¿Qué pasaría si hoy elijo continuar, aunque sea con un paso pequeño?

¿Fracaso o rendirse? La línea invisible que cambió mi forma de luchar

Albert Einstein dijo: «No fracasas hasta que dejas de intentarlo.» A simple vista, esta frase puede parecer motivadora, pero cuando estás en medio del caos, cuando estás haciendo todo lo posible y los resultados no llegan… deja de sonar bonita para convertirse en un espejo incómodo, Einstein lo sabía y hoy esa frase cobra más fuerza que nunca.
 
Pero no es solo una frase, es un punto de inflexión que cada uno de nosotros puede experimentar y yo lo viví, con un proyecto que parecía prometedor. Hace algunos años, tomé una decisión que me llenaba de entusiasmo: abrir una nueva zona de trabajo, me hablaron maravillas del lugar.
 
Era una zona minera, con promesas de buena economía y posibilidades de facturación importantes, movida por la emoción y el deseo de crecer, hice todos los arreglos para trasladarme, y llevé conmigo a dos chicas que me acompañarían en esta nueva etapa. Aunque no estaban del todo preparadas para las ventas, confié en que el entorno favorable nos ayudaría, pero cometí un error clave: no investigué lo suficiente.
 

La realidad fue muy distinta a la promesa

Al llegar, descubrimos que la zona tenía múltiples problemas, aunque era minera, la mayoría de las actividades eran ilegales, había conflictos de orden público y el comercio estaba profundamente afectado, nada era como me lo habían descrito. Sin embargo, como ya estábamos allí, y yo no soy de las que se rinde fácilmente, decidí seguir adelante.
 
Mi pensamiento era claro: “Voy a llegar hasta el final.” Y eso me llevo a una lucha diaria sin resultados Intentamos vender durante varios días, las puertas estaban cerradas, el ambiente era tenso, y los negocios no fluían, yo logré cerrar algunas ventas, pero fue con un esfuerzo enorme. Mis compañeras, en cambio, no pudieron cerrar ninguna, aun así, insistía, no quería rendirme, pero había una presión emocional que empezaba a hacerse insostenible.

El punto de quiebre: una conversación dolorosa

Una tarde, al regresar al hotel, encontré a las chicas llorando. Me senté con ellas y les pregunté qué sucedía, una de ellas, con el rostro lleno de lágrimas, me dijo con total sinceridad: “No estamos generando nada, solo estamos gastando dinero en hotel y comida, nos estamos esforzando al máximo y aún así no logramos nada solo generamos pérdidas.”
 
En ese momento, sentí que algo dentro de mí se quebraba, las entendí, sentí su frustración y al mismo tiempo, una voz interna me gritaba: “Si te vas ahora, fracasarás y tú no puedes fracasar.”

¿Estaba perseverando… o siendo terca?

Allí comenzó una batalla interna muy fuerte, me costaba aceptar la posibilidad de retirarme, pensaba que eso sería una señal de debilidad., pero por dentro, sabía que algo no estaba bien, no era solo un problema de resultados, era una situación que afectaba emocional y económicamente a todas. ¿Seguir era valentía… o negación?¿Rendirme era debilidad… o inteligencia emocional?

¿Qué ocurre en el cerebro cuando sentimos que fracasamos?

Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro humano está diseñado para evitar el dolor, cuando enfrentamos situaciones difíciles donde el esfuerzo no da resultados visibles, nuestro sistema límbico interpreta eso como una amenaza, se activa el estrés, se eleva el cortisol y comenzamos a generar pensamientos que nos invitan a desistir:
  • “Esto no es para mí., “Estoy perdiendo el tiempo.», “Mejor volver atrás.”

Sin embargo, en ese momento, no siempre estás fracasando, es posible que solo estés atravesando una curva del proceso que requiere reajuste, pausa, o una nueva mirada. Pero tu cerebro —para protegerte— prefiere que lo llames “fracaso” y te retires.

Te invito a reflexionar:

  • ¿Estás viviendo un “fracaso”… o solo es una curva del proceso?, ¿Qué te dice tu mente cuando los resultados no llegan?, ¿Te estás rindiendo por cansancio… o necesitas reevaluar
    tu estrategia.

Si te encuentras en una situación así entre el fracaso… o una curva necesaria, debes saber que no quiere decir que estas fracasando, es posible que solo estés atravesando una curva del proceso, una etapa que requiere reajuste, una pausa estratégica, una nueva mirada.

Debes saber Los sueños también fallan… pero no mueren por eso

Hay momentos en los que, aunque hagamos todo bien, las cosas no salen y  eso es natural. Hace parte del camino, de los intentos, de los ajustes que conlleva crecer, no siempre se trata de falta de esfuerzo, ni de falta de fe. A veces, simplemente, el proceso se interrumpe, el camino se hace más empinado.
 
La respuesta se retrasa. Y justo ahí… es donde se decide si avanzas o abandonas. En mi caso, también me sentí en ese punto. Y fue entonces cuando recordé una historia que leí hace años y que nunca olvidé: la historia de los tres leones.

LOS TRES LEONES

Se cuenta que en una gran selva, el rey había muerto, los animales, preocupados por la falta de liderazgo, decidieron elegir a un nuevo gobernante. El antiguo rey había dejado tres hijos: tres leones fuertes, valientes, dignos. Pero no podían gobernar los tres. 
 
Así que los animales del bosque con la intención de elegir al mejor acordaron someterlos a una prueba: escalar la montaña más alta de la selva. El león que llegara a la cima sería nombrado nuevo rey.

El primer intento: fuerza sin resultado

El primer león se preparó, respiró profundo y comenzó a escalar, lo intentó con garra, con empeño, con sudor, pero la montaña era demasiado empinada. Después de varios intentos, bajó la cabeza y renunció.

El segundo intento: lucha y retirada

El segundo león tomó su turno. Subió con determinación. Se aferró a las rocas, rugió contra el viento… pero también fue vencido y al igual que su hermano, se retiró.

El tercer intento: algo distinto

El tercer león se acercó, miró la cima sin miedo, pero con respeto, trepó, se esforzó, luchó y también falló, no logró llegar a la cima, sus patas temblaban, su cuerpo se rindió, pero su espíritu no, los animales estaban confundidos, ninguno había logrado la hazaña. ¿A quién elegirían?

Fue entonces cuando el águila, que había observado desde lo alto, descendió y dijo: “Yo sé quién debe ser el rey.” Los demás animales protestaron: “¡Pero ninguno llegó a la cima!” Fue entonces cuando el águila descendió desde lo alto del cielo, había volado en silencio durante toda la prueba. Y con voz firme, dijo:
 

— “Yo sé quién debe ser el nuevo rey.” Los animales se alborotaron.

— “¡Pero ninguno lo logró! ¡Los tres fracasaron!” Y el águila respondió con sabiduría:

— “Sí. Los tres intentaron. Y los tres fallaron, pero no todos se rindieron de la misma manera.”

“El primer león, cuando no pudo subir, bajó la cabeza. Se rindió y aceptó su derrota.”

“El segundo también lo intentó, y al caer, se resignó. Se sintió vencido y se fue sin esperanza.”

“Pero el tercero… Aunque herido, aunque agotado, se quedó un momento frente a
la montaña. La miró de frente. 

Y le dijo con voz firme y valiente: ‘Montaña, tú ya llegaste a tu máximo tamaño… pero yo aún seguiré creciendo, un día regresaré, y te conquistaré.’ El silencio se apoderó de la selva.

— “Ese león —dijo el águila— no ganó hoy… pero no renunció, esa es la diferencia entre quien fracasa… y quien está destinado a liderar.”

¿Qué marca la diferencia entre fracasar y renunciar?

La actitud, no fue la fuerza, no fue la victoria inmediata, fue la creencia de que un tropiezo no define el destino. Y esa es una enseñanza que me marcó profundamente, porque muchas veces en mi vida sentí que había fallado, que las cosas no salían, que lo que soñaba estaba más lejos de lo que podía alcanzar. Pero esa historia me recordó que un fracaso no es una sentencia, es una pausa que puedes resignificar.
 
El tercer león no ganó… pero tampoco perdió, él no se coronó por llegar a la cima, se coronó por no dejar que el fracaso lo definiera, por no bajar la cabeza con resignación, sino levantar la mirada con visión. Y yo, en ese momento de mi vida, entendí que podía hacer lo mismo. Que tal vez no era el momento ideal, que tal vez el plan no había salido como esperaba, pero aún no era el final y eso, solo depende de la forma en que decides mirar la montaña.
 

¿Estás escalando… o estás retrocediendo?

Ahora quiero que respires profundo y te hagas estas preguntas con total honestidad:
  • ¿Qué montaña estás intentando escalar hoy?
  • ¿Te estás retirando como el primer león… o estás decidiendo volver más fuerte como el tercero?
  • ¿Qué voz tiene más fuerza dentro de ti: la que te dice “ya basta”… o la que te susurra “aún puedes”?
  • ¿Estás viviendo un fracaso… o estás en la parte más difícil de tu curva de crecimiento?

Volver no es rendirse: es prepararse mejor

Después de recordar la historia de los tres leones, supe que debía tomar una decisión, podía aceptar que en ese momento había tenido un fracaso temporal, o podía etiquetar la situación como una derrota definitiva. Y yo no estaba dispuesta a rendirme.
 
Con firmeza, les dije a las chicas que recogiéramos todo y nos fuéramos, pero dentro de mí sabía que no me estaba retirando para renunciar… Me estaba replegando para regresar más.
 
Fuerte, me paré frente a aquella ciudad que, aparentemente, me había vencido y le dije en silencio: “Esta vez pareces haberme ganado, pero un día volveré… y te conquistaré.” Me fui con un solo objetivo: aprender. Empecé a estudiar mis propias fallas, sin justificarme.
 
No había hecho un estudio de mercado, no había preparado bien al equipo de ventas, había subestimado el contexto, había actuado desde la emoción y no desde la estrategia. Y decidí no volver a cometer los mismos errores, documenté cada detalle, analicé qué producto funcionaría mejor allí. Cuál sería el momento adecuado, cómo debía ser el equipo y cuál sería la estructura ideal.
 
Después de seis meses de preparación, análisis y estrategia… regresé. Y esta vez, no regresé con dudas. Regresé con conocimiento, con estructura, con un nuevo plan. ¿El resultado? Monté una sede de mi negocio en esa ciudad y generé muy buenas ganancias.
 
Pero más allá del dinero, lo más valioso fue esto: Recuperé la fe en mí, reafirmé mi capacidad para aprender y evolucionar. Y entendí, con absoluta claridad, que hay una enorme diferencia entre fracasar… y renunciar.

Fracasar no me detuvo. Renunciar lo habría hecho

Lo que viví fue un fracaso temporal. Sí, pero lo convertí en un escalón para crecer, si me hubiera retirado definitivamente de esa zona, tal vez solo habría perdido dinero, pero habría perdido algo mucho más importante: la confianza en mi capacidad de expandirme y reinventarme. Ese fue el momento en el que reafirmé una verdad que cambió mi vida: Perder es parte del camino. Renunciar… es otra cosa.

Hoy quiero dejarte con estas preguntas, que no son cómodas… pero sí transformadoras:

  • ¿Qué parte de ti estás a punto de abandonar, solo porque algo no salió bien?
  • ¿Qué sueño estás declarando “muerto”, cuando solo necesita un plan nuevo?
  • ¿Estás fallando… o estás aprendiendo a regresar con más fuerza?

-No confundas el error con el final, a veces, el fracaso es solo la pausa que tu alma necesitaba para reordenarse… y volver a creer en ti, ahora te toca a ti, rediseña tu regreso, recupera la fe en ti y vuelve. Pero esta vez… vuelve con todo.

¿Te resonó alguna parte de este texto? Cuéntamelo en los comentarios. A veces, escribirlo… es el primer paso para sanar. Comparte este capítulo con alguien que necesita recordar que aún puede volver con más fuerza.

 Y si estas ¿Listo para continuar este camino de crecimiento? El próximo capítulo de esta serie te mostrará cómo transformar el dolor en impulso y construir tu versión más sólida… incluso cuando el miedo siga presente.
 
  •  Haz clic aquí para leer la siguiente parte:
  • [Capítulo 2: Cómo superar un fracaso sin rendirte en el intento]  O, si prefieres recibirlo directamente en tu correo con ejercicios exclusivos de coaching.
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