Más del 70% de las personas viven atrapadas en creencias que limitan su desarrollo personal, su crecimiento económico y su autoestima, según datos de la National Science Foundation y lo más doloroso es que la mayoría ni siquiera lo sabe.
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No es fácil identificar una creencia limitante
Porque no grita, susurra, se camufla como “realismo”, como “verdad”, como esas frases que oíste tantas veces que ya no te las cuestionas, se convierte en la voz con la que te hablas todos los días… y si esa voz te repite que no puedes, terminas creyéndolo.
Y eso fue exactamente lo que me pasó a mí, no siempre tuve conciencia de esto, mucho menos lenguaje para explicarlo, lo único que sabía era que me sentía atrapada, había una especie de peso invisible que no me dejaba avanzar, y durante años creí que el problema era yo, que me faltaban habilidades, que no daba la talla y que mis metas eran demasiado grandes para alguien como yo.
Corría el año 2007, apenas comenzaba mi intento por cambiar mi vida.
Tenía esperanzas, sí… pero también estaba cargada de miedos, dudas, inseguridades, era una joven inexperta que no sabía que lo que realmente le impedía avanzar no era el mundo, ni los demás… era lo que creía de sí misma.
Las creencias no se instalan con anuncios ni pancartas.
Y es que nadie te dice que las creencias no se instalan con anuncios ni pancartas. Se tejen despacito, con palabras sueltas, con miradas, con rechazos, con frases que se repiten hasta convertirse en destino. En mi caso, crecí rodeada de mensajes como estos: “No hay dinero”, “No somos ricos”, “Eso no es para nosotros”, “Tú no tienes muchas habilidades”, “Serás una persona promedio.”
Y cuando intentaba algo diferente, la respuesta era casi automática: “Tú no puedes hacer eso.” Y entonces, dejé de intentarlo, poco a poco, esas frases se volvieron parte de mi identidad, dejaron de ser opiniones externas y se convirtieron en mi voz interna, esa que me decía que no valía la pena esforzarme, porque igual no lo lograría.
Que me recordaba que “yo no era de esas personas que alcanzaban grandes cosas”.
Eso me marcó más de lo que me gustaba aceptar, en el colegio, por ejemplo, me convertí en la típica chica promedio, ni destacada, ni desastrosa. Solo… una más, no porque no pudiera ser mejor, sino porque ya había aceptado —sin decirlo en voz alta— que eso era lo que me tocaba.
Y así pasé años, hasta que llegó mi primer trabajo, me asignaron un pequeño grupo de ventas y me enviaron a otra ciudad, para muchos eso no parece gran cosa, para mí lo era todo. Nunca había viajado sola, me sentía completamente fuera de lugar, vulnerable, asustada.
Y, si soy honesta, profundamente insegura, no me sentía capaz, no me sentía suficiente y eso era algo que no podía disfrazar con ropa formal o frases positivas, era algo que me habitaba, lo recuerdo como si fuera ayer: me entregaron una gran cantidad de documentos, manuales de ventas, procesos, formatos, cosas que debía estudiar.
Y mi primer pensamiento fue un grito interno: “Esto nunca me lo voy a aprender.” Me asusté, me paralicé y sí, me molesté, porque yo quería ser buena en ventas… pero no quería estudiar, me costaba mucho memorizar, y tenía la creencia —muy instalada— de que vender era solo “tener labia”. Me decía a mí misma: “¿Quién va a comprar con tanto protocolo?”
Ahí estaba: una mezcla de deseo y negación, de ganas de lograrlo y miedo de no poder y lo que no sabía en ese momento —pero hoy entiendo con toda claridad— es que esa era una creencia limitante actuando en silencio.
Muchas veces el miedo no se presenta como miedo.
Se disfraza de rechazo, de apatía, de crítica, creemos que no queremos hacer algo, cuando en realidad nos sentimos incapaces y nos estamos protegiendo.
Y como yo, muchas personas viven así, según Psychology Today, más del 80% de los bloqueos emocionales, profesionales o financieros tienen su raíz en creencias instaladas durante la infancia, ideas que se quedaron sin filtro, sin análisis, sin defensa.
Por eso, quiero hacerte unas pregunta sincera, aquellas que no se contestan en automático:
• ¿Qué creencias sigues cargando que no te pertenecen?
• ¿Qué frases te repites cuando te equivocas o te miras al espejo?
• ¿Qué etiquetas te pusieron que aún hoy condicionan lo que te atreves a intentar?
• ¿Cuántas veces te has detenido antes de empezar porque alguien —hace años— te dijo que no ibas a poder
Bueno, eso era exactamente lo que me pasaba a mí… Creencias, etiquetas y pensamientos que me dolían en silencio, yo también vivía envuelta en un guion que no escribí, con frases que se me habían pegado como una segunda piel.
Con pensamientos que no eran míos, pero que yo repetía como si lo fueran, me decía que no era capaz, que no era tan lista, que el éxito era para otros y aunque por dentro deseaba avanzar, había una barrera invisible que siempre me detenía, pero en medio de todo eso, tomé una pequeña decisión que no parecía importante… y terminó cambiándolo todo.
Lo hice a pesar de mí, aunque no quería capacitarme, hice un esfuerzo, con fastidio, sí. Con dudas, también, pero lo hice. Estudié un poco, sin grandes expectativas, solo por cumplir, pero lo inesperado ocurrió: me aprendí todo el material en muy poco tiempo. Mis colegas —con más experiencia y años en la empresa— se sorprendieron, me miraban como si no entendieran.
“¿Cómo hiciste para memorizar todo tan rápido?” Y fue entonces cuando escuché por primera vez algo que me descolocó: “Yassira, eres muy inteligente.” La palabra que nunca me habían dicho tal vez para otros no signifique mucho, pero para mí, fue como encender una luz en un cuarto que llevaba años en penumbra.
Me gustó cómo sonó, y más aún: me gustó cómo me hizo sentir, así que empecé a estudiar más, mientras más estudiaba, más escuchaba esa palabra y mientras más la escuchaba… más me la empezaba a creer, ese pequeño elogio, esa frase que nunca me habían dicho en voz alta, empezó a sembrar una nueva creencia en mí.

Quiero que sepas que tienes todo lo que se necesita para hacer tu sueño realidad, la única persona que se interpone entre tu sueño y tú… eres tú. Porque tú tienes todos los recursos internos que te ayudarán a cumplir cada meta y objetivo que te propongas.» –Yassira Quejada
El cerebro no diferencia entre verdad o mentira
La neurociencia ha demostrado algo fascinante: Nuestro cerebro no distingue si lo que creemos es verdad o no, solo lo acepta si se repite lo suficiente, eso se llama neuro plasticidad, es la capacidad del cerebro para reorganizarse, crear nuevas conexiones y adaptarse a nuevas ideas.
Y así como una creencia limitante puede construir una cárcel interna, una creencia poderosa puede abrir una puerta que jamás imaginaste, Según un estudio de la National Science Foundation, más del 80% de nuestros pensamientos diarios son repetitivos, y más del 70% de ellos… negativos.
Y si esos pensamientos vienen desde la infancia —cuando más confiábamos en lo que nos decían— es muy fácil que se conviertan en “verdades absolutas
Tu mente es tierra fértil: lo que siembras, crece
Muchas de las creencias que hoy te frenan, no las elegiste tú, se sembraron en tu infancia, cuando más vulnerable estabas, cuando creías ciegamente en todo lo que los adultos decían. Y es normal… porque en esa etapa aún no tenías filtros, todo lo que escuchabas lo absorbías como si fuera verdad absoluta.
Y aquí es donde quiero regalarte una analogía que me cambió la vida: Nuestro cerebro es como la tierra, tierra fértil, profunda, viva, pero hay algo que debes saber sobre la tierra: Ella no elige qué semilla recibe, solo se dedica a hacerla crecer.

Si alguien planta una flor… crecerá una flor.
Si alguien planta una maleza… crecerá una maleza, la tierra no juzga. Solo obedece.
Y eso mismo pasa con tu mente, durante años, te sembraron frases como:
• “No tienes talento.”
• “No naciste para eso.”
• “Mejor no inventes cosas nuevas.”
• “No tomes riesgos, puedes fallar.”
• “Con eso no se gana la vida.”
• “Tú no eres tan inteligente como…”
• “No todos pueden tener éxito.”
Y como niño, tú las aceptaste, porque confiabas, porque no sabías que podías cuestionarlas y entonces esas frases —aunque fueran mentiras— echaron raíces y no porque fueran verdaderas, sino porque nadie te enseñó a arrancarlas.
No era tu culpa, pero ahora sí es tu elección.
Cuando eres pequeño, no puedes evitarlo, lo que te dicen tus padres, maestros o cuidadores lo tomas como ley, tu subconsciente no distingue si es verdad o mentira: lo que se repite, lo asume como cierto, pero llega un momento en el que ya no eres ese niño y ese momento marca un antes y un después en tu vida, porque cuando creces, tus creencias se convierten en tu responsabilidad.
Es como si alguien te hubiera dado un terreno lleno de semillas antiguas. ahora te toca decidir: ¿Qué mantengo?, ¿Qué arranco?, ¿Qué nueva semilla quiero plantar?
¿Estás sembrando lo que te acerca o lo que te aleja de tu vida deseada?
A medida que crecemos, también debemos crecer en conciencia y parte de esa madurez emocional consiste en filtrar lo que aceptamos como verdad. Ya no puedes permitirte absorber todo lo que oyes como si fuera una instrucción, tienes que preguntarte: ¿Esta creencia me acerca a la vida que deseo?, ¿O me limita sin darme cuenta? Porque si no vigilas lo que estás sembrando, vas a vivir en una cosecha que no elegiste y eso no es destino, es falta de conciencia, lo que crees, crea, así que elige bien qué ideas dejas entrar.
Nuevas semillas, nuevas raíces, nueva vida
A partir de ese momento en que empecé a cambiar mis creencias, mi vida comenzó a transformarse, me di cuenta de que sí tenía habilidades, que sí era capaz y que mi deber no era tenerlo todo desde el inicio, sino descubrir lo que tenía, trabajarlo, practicarlo, fortalecerlo, empecé a repetirme nuevas frases.
Semillas nuevas
Creencias que sí quería ver crecer:
• “Estoy en proceso, y cada día soy mejor.”
• “Tengo la capacidad de aprender lo que sea.”
• “Merezco una vida que me haga sentir viva.”
• “Me permito creer en lo que antes parecía imposible.”
• “No soy mi pasado. Soy lo que elijo construir hoy.”
Y tú, ¿qué vas a plantar hoy? No importa cuánto tiempo hayas vivido con una creencia vieja, siempre estás a una decisión de sembrar algo nuevo, porque tu mente sigue siendo tierra fértil y si eliges bien tus semillas… puedes cosechar una vida completamente distinta.
¿Qué tipo de creencias estás alimentando?
Ahora que llegaste hasta aquí, quiero invitarte a mirar hacia dentro, sí, tú, sin prisa, sin juicio. Solo con la intención de descubrir lo que has estado cargando sin darte cuenta.
Y tú… ¿Qué tipo de creencias tienes actualmente?
¿Son pensamientos de abundancia, posibilidad y avance?
¿O son creencias limitantes disfrazadas de realismo, que te sabotean desde la sombra?
Ya respondiste las primeras preguntas, ahora quiero que tomes un momento para ir más profundo.
Haz una retrospección honesta. Piensa en tu pasado: En tu niñez, en las frases que más escuchaste en casa, en lo que creían tus padres, tus familiares cercanos, tu pareja, tus figuras de autoridad.
Haz una lista.
Sí, toma lápiz y papel si puedes y anota:
• ¿Qué creencias repiten tus padres constantemente?
• ¿Qué frases se escuchan en tu familia sobre el dinero, el éxito, el trabajo, el amor, el esfuerzo?
• ¿Qué idea te han repetido tanto que ya la asumiste como verdad, sin siquiera cuestionarla?
Allí, en esas frases cotidianas, están muchas de las raíces de tu sistema de creencias actual y es momento de analizar:
— ¿Cuáles de esas creencias son verdaderas?
— ¿Cuáles son falsas o están desactualizadas?
— ¿Cuáles puedes reemplazar por ideas más constructivas, expansivas y tuyas?
Una pregunta clave: ¿Elegiste tú esas creencias?
O… ¿te las impusieron sin darte cuenta? ¿Las absorbiste cuando eras niño, adolescente o incluso adulto, sin filtros, solo porque venían de alguien que respetabas o amabas?
Y ahora, quiero que reflexiones:
¿Tus creencias y tus sueños están alineados? Porque si lo que crees va en dirección contraria a lo que deseas… entonces es hora de revisar el mapa.
¿Tus creencias te impulsan o te detienen?
Haz una evaluación sincera:
• ¿Tus pensamientos diarios te motivan a avanzar… o te frenan por miedo a fallar?
• ¿Tus creencias te dan esperanza o anticipan tu fracaso?
Piensa en tu futuro, no lo racionalices, solo siente, cuando piensas en lo que viene, ¿qué sientes realmente?
— ¿Esperanza?, ¿Incertidumbre?, ¿Miedo?
Porque si tu respuesta fue “incertidumbre” o “miedo”… entonces tal vez tus pensamientos están anticipando un futuro oscuro y eso no es una premonición, es una creencia.
Tú no estás paralizado por las circunstancias, estás paralizado por lo que crees, por eso, hazte esta pregunta final con toda la honestidad que tengas: ¿El tipo de creencias que tengo… me sostienen o me sabotean? Tómate tu tiempo y recuerda: no estás leyendo un blog, estás frente a un espejo